Voces Femeninas 2014
tUnE-yArDs (EEUU)
Ólöf Arnalds (Islandia)
26 de noviembre del 2014
Teatro Lara. Madrid
El concierto abrió con la señorita Arnalds, antigua componente de la banda electrónica islandesa múm, que tuvo mucho éxito por el 2002, debido al triunfo masivo de Björk, momento en el que toda la escena empezó a ver el futuro de la música en Islandia (Sigur Rós auspició también el fenómeno). Arnalds, alejándose de la música de juguetes electrónicos de hielo de los múm, practica una música folk madura con altas cotas de preciosismo. Estuvo acompañada por otra guitarra acústica, la del bajista y compositor Skúli Sverrisson, que ha sido desde director de performance para Laurie Anderson hasta colaboradorde Blonde Redhead, Ryuichi Sakamoto, Lou Reed, Jon Hassel, David Sylvian o Arto Lindsay, entre otros. Sverrisson, aparte de acompañarla a la guitarra, se encargó de la electrónica percutida en los últimos dos temas.
Y tras el sosiego, la catarsis, o liberación para los griegos. Un público nervioso ante el inminente espectáculo de tUnE-yArDs. Primera vez que tocaban en Madrid y segunda en España desde el Primavera Sound del 2011. La banda de Merril Garbus es un estallido de luz y color del que nadie puede salir ileso, es de esos grupos que son buenos son en disco, pero que cobran su verdadera dimensión al verles en directo. No sólo eso, lo más importante es que es un grupo original, estilo propio que se dice. ¿Qué sonidos manufacturan? ¿? ¿Tribal – pop – dance? Es posible. Es normal que estén fichados por la factoría mágica inglesa de la 4AD, uno de los sellos más importantes de la historia de la música del siglo XX, hogar de bandas como Dead Can Dance, Bauhaus, Pixies, This Mortal Coil, Piano Magic y un largo etcétera.
La Srta. Garbus, embutida en un traje de sirena galáctica, tipo Flash Gordon, histriónica, derrochó energía como una cascada, con un ukelele, rodeada de percusión, unos teclados y con unas baquetas inseparables en mano. Junto a ella, otra percusionista, dos coristas también percutidoras y un bajista que hizo de teclista con una especie de tarima adornada con una tela dorada y unos ojos azules. La voz de Garbus, proveniente de alguna región perdida africana, energizaba más que una zarzaparrilla (vaya usted a saber qué era ese líquido rojo que tomaba durante la actuación de un enorme bebedero de plástico), se auto bucleaba como una expresión continua de sonido y cuerpo.
Hubo un momento muy curioso: mientras Garbus, extiteretera de profesión, cantaba, sus dos coristas se desgañitaban por detrás en un grito sordo. Capas sonoras, baquetas en alto de las coristas, una de ellas con collares de flores y hojas que alternó entre hojuelas otoñales y unas flores entre rosas y rojas. La otra de las coristas de aspecto andrógino se movía de forma sinuosa como una serpiente. Su piel era ritmo. Las baquetas hacían de manos que aplaudían.
Como tenía que pasar –y es que Garbus nos animó a ello en su spanglish: ‘Este no ser buen sitio para poder bailar’– todo el teatro se levantó a bailar. Un concierto poderoso, mágico, tribalista y pop.
Peace
Peace and love
Love is waiting
For the feeling of discomfort to pass before killing