En un pueblo italiano al pie de las montañas
Ischiano Scalo. Es un pueblo al norte de Roma, atrapado entre el mar y unas colinas. Está al borde de una ciénaga infestada de mosquitos. Su única relevancia reside en el hecho de encontrarse al lado de la carretera nacional que une Roma y Génova, la Vía Aurelia de los romanos. También hay cultivos y ganado. Ovejas. Y alguna vaca. En las casas que se reparten a ambos lados de la Aurelia vive un millar de almas que goza de los servicios básicos habituales en una comunidad humana contemporánea por muy pequeña que sea. ¿Que el qué? Pues lo típico: un banco con cajero, una tienducha, un bar mugriento, una farmacia cerrada, un estanco-perfumería, un quiosco de prensa, un colegio público,… poco más. A pesar de su cercanía al mar vive de espaldas a él porque el área costera conforma un parque natural donde anidan las aves migratorias europeas camino de África. Así que no hay turismo, ni discotecas, ni hoteles, ni nada. Su gran atractivo es una fuente de aguas termales que hay en los alrededores. En suma, es un pueblo de mala muerte.
Graziano Biglia. Es un hippy cuarentón con perillita y coletita y tal. Malvive en las localidades costeras de la riviera romagnola tocando con su guitarra música española para los turistas. Los Gipsy Kings son su grupo favorito. Dice que ha tocado con Paco de Lucía. Bebe, fuma y toma drogas, claro. Pero su actividad principal es ligar. Toda su vida está subordinada a eso. Su prestigio social depende de sus hazañas eróticas. Así que hace cualquier cosa para conquistar a chicas guapas. Cualquier cosa. Aunque considera a sus paisanos unos aldeanos, ha vuelto a Ischiano para presentarle a su madre a Erica, una bailarina aspirante a estrella de televisión, la mujer más bella que ha visto jamás. Quiere casarse con ella y montar una tienda vaquera en el pueblo. Pero al final lo deja tirado por un presentador famoso que le promete contratarla como azafata en su programa El que la hace la paga. Así que Graziano tiene que buscarse otra ya mismo. Y que esté buena, claro. ¡Qué van a decir en el pueblo! Es lo que se dice un chulo de mierda.
Gloria Celani. La chica más guapa de Ischiano. Es la hija del director del banco. Su familia es saludable, generosa y culta. Sin duda por eso es rica. Es una adolescente atractiva, segura de sí misma y valiente, capaz de hacer frente a todos los matoncetes del colegio que se la quieren trajinar. Hubiese sido una niñata mimada si no llega a ser por Pietro, el hijo de la limpiadora de la casa, al que sus padres adoran. Por eso es su mejor amigo. Hacen los deberes juntos en su casa. Bueno, lo cierto es que siempre están juntos. Es la única que lo comprende de verdad, que lo quiere de verdad. Siempre se preocupa por él. Vamos, que es la típica chica con la que todos quisimos salir en el cole.
Mariagrazia Moroni. Es la madre de Pietro. La típica mujer esclavizada. Limpiaba casas hasta que el médico le diagnosticó una depresión de dromedario. Aunque su marido dice que lo que le pasa es que es una vaga. Su sola persona justifica todas las reclamaciones feministas. Todas. Quiere a sus hijos, en particular a Pietro. No lo entiende, pero lo mima con cariño. No puede hacer más por él porque los psicofármacos recetados por los médicos la han dejado grogui. Muy triste, pero hay que decirlo claro: es una pobre desgraciada.
Antonio Bacci y Bruno Miele. Pareja de policías destinada a Ischiano. Son racistas, quejicas y vagos. Están resentidos con el resto de la humanidad. No respetan el reglamento, campan a sus anchas y, por si fuera poco, siempre se llevan la contraria. Bacci la tiene tomada sobre todo con los pilotos aéreos que, a pesar de ganar un pastón, convocan una huelga por semana. Por su culpa se ha quedado sin vacaciones en las Maldivas. Su mujer está que trina. A Miele le gustaría es ser un astro del fútbol para tirarse a las estrellas de la tele. Pero lo que más le motiva es ser como Harry el Sucio. Lo más. Ninguno de los dos tiene influencia alguna en la trama. Su mayor proeza es dar un susto de muerte a una parejita de universitarios emporrados que van a toda pastilla por la Aurelia. Aparecen aquí para hacer bulto y ayudar a completar el paisaje humano. Unos buenos secundarios siempre quedan bien, ¿no? Y más si son un par de maderos.
Domenico Moroni (Mimmo). Es el hermano mayor de Pietro y está muy unido a él. Es un buen muchacho pero no es muy listo que digamos. Vive en su mundo y es incapaz de reaccionar a lo que ocurre en el exterior. Es bastante irritante. Funciona a base de ideas fijas: la ropa heavy (la música en realidad no le gusta mucho), las motos y su novia Patrizia. Pastorea las ovejas de la familia. Las saca por los prados con la chupa de cuero, los pantalones de pitillo y el cinturón con remaches. Va de incomprendido por la vida y la única solución que ha encontrado es irse a trabajar a un barco pesquero en Alaska. Dicen que pagan muy bien. Quiere que su hermano se vaya con él. Es tonto del culo.
Federico Pierini. Es el malote del colegio. Todo el mundo lo teme. Hasta sus mejores amigos, Stefano Ronca y Andrea Bacci, el hijo del policía. Ha repetido dos veces. La actividad neuronal en la zona frontal de su cerebro es escasa. Lleva pendiente y es un chico muy violento. La petulante dirección del colegio debería hacer algo antes de que crezca más y comience a violar a niñas o a asesinar a adultos. O ambas cosas. Por de pronto ya hace de recadero de los camellos de un pueblo más grande de los alrededores. Muy al contrario, los profesores prefieren, visto lo visto, ir aprobándolo para quitárselo de encima. Se mata a pajas pensando en Gloria. Por eso odia a Pietro. Por eso lo acosa constantemente y le mete unas tundas de padre y muy señor mío. Una noche lo obliga a entrar con él y sus secuaces en el colegio para cometer una gamberrada que termina saliendo muy cara. Una mala bestia.
Italo Miele. Es el bedel del colegio y el padre del agente Miele. Un gordo seboso. Y cojo. Lo único que le gusta es comer y follar. Una vez a la semana se escapa de la casa familiar para irse a un restaurante cercano al lugar donde las putas nigerianas hacen la Aurelia por las noches. Primero se pone morado de pasta y luego va a buscar a Alima para que le haga una mamada. Es quien descubre a Pierini y a los demás en el colegio. No duda en disparar a Pietro con una escopeta ilícita cuando sale corriendo. Falla pero se queda con su cara. Y lo denuncia al director del colegio. Pero lo único que le preocupa de todo ello es a cuánto ascenderá la indemnización por el trompazo que se dio al perseguir a los chavales. A lo mejor hasta lo jubilan anticipadamente. O sea, un tipo repugnante.
Mario Moroni. Es el padre de Pietro. Una persona colérica y muy violenta. Y muy egoísta. Su comportamiento primitivo le impide comunicarse normalmente con sus semejantes, así que desprecia a todo el mundo. Con su familia es un tirano. Maltrata de palabra y obra a sus hijos y a su mujer, a quienes explota sin escrúpulos. Como a Poppi, el viejo burro. El señor Celani le concedió un préstamo que le cuesta devolver. Así que lo odia profundamente. Piensa que la familia Celani ha convertido a Pietro en un señorito. Le importa un pimiento la educación de sus hijos. Y se desentiende de sus problemas. Como cuando expulsan a Pietro del colegio. Prefiere irse al bar a jugar a las cartas y a trasegar vino. Lo que viene siendo un auténtico energúmeno.
Flora Palmieri. Es la profesora de Lengua y Literatura del colegio. Es una mujer inteligente, bondadosa y refinada. Un bellezón pelirrojo. La administración educativa italiana la envió a Ischiano cuando aprobó las oposiciones. Cuida de su madre convertida en un molusco a causa de una enfermedad neuronal degenerativa. Considera a los habitantes del pueblo unos indeseables, por lo que ellos, en justa compensación, la consideran una gafe y una bruja. Aunque, eso sí, tiene un par de buenas tetas. Pierini y los suyos la tienen martirizada. Y atemorizada. Es una mujer muy débil, de espíritu apocado. De adolescente sufrió un intento de violación por parte de su tío. Eso y la enfermedad de su madre la dejaron traumatizada y la alejaron de cualquier aventura erótica. Aún es virgen. Teme que su vagina ya no sirva para el fornicio. Se le está pasando el arroz y comienza a sentir deseos irrefrenables. Es la víctima perfecta para Graziano Biglia. Entendió a la primera todo lo que sucedió la noche de marras en el colegio. Le promete a Pietro salvarlo del lío en el que lo metió Pierini. Pero al final es incapaz. Es que está completamente desquiciada.
Pietro Moroni. El protagonista, claro. En bici es el más rápido del pueblo. Su ídolo es Fausto Coppi. Eso le permite escapar de Pierini y los suyos. Su asignatura favorita es la biología y siempre anda buscando animalitos en la ciénaga, su mundo. Culebras y eso. Es la única persona normal del pueblo y, claro, eso le suele costar caro. Sabe que los habitantes de Ischiano son una pandilla de tarados y trata de adaptarse infructuosamente. En el colegio los alumnos lo consideran un pardillo y los profesores un alumno “caracterial”, es decir, un chico con problemas. Los únicos momentos felices son los que pasa con Gloria en casa de los Celani. Aún así, todo se conjuga para desgraciarle la vida. Está condenado. Y la condena llega la noche en la que se ve forzado a entrar con Pierini en el colegio. Nadie le ayuda, pero a la única persona a la que se lo reprocha es a la señorita Palmieri. Porque, conociendo la verdad, lo dejó tirado. Su único consuelo es Gloria. Menos mal que le queda Gloria. Gloria… La verdad es que es un buen chaval.
Te llevaré conmigo. Novela publicada en 1999 y recientemente editada por primera vez en español por Anagrama. Su prosa es muy viva, escueta y eficaz, lo que permite una lectura fluida. Describe Ischiano Scalo, un lugar ficticio, con una estremecedora objetividad que hace destacar lo sórdido y ridículo del hábitat social. Analiza a los personajes y los acontecimientos mediante comparaciones, alegorías y apuntes zoológicos, psiquiátricos o sociológicos. El texto se desenvuelve como si fuera la minuciosa representación de un ecosistema regido por leyes naturales ajenas a la ética humana. En él sobreviven los mejor adaptados al entorno (Federico Pierini o Graziano Biglia) y perecen quienes no lo están (Pietro Moroni o Flora Palmieri). A pesar de ello, la narración apenas logra ocultar una fina pero implacable ironía. Casi de comedia macabra. Ischiano podría ser cualquier pueblo europeo. Sin ir más lejos, español, si se le añade por ejemplo una becerrada. No es muy optimista que digamos. Solo se ve algún atisbo de esperanza en el amor. Cuando este tiene la oportunidad de manifestarse, claro. En definitiva, una excelente novela.
Niccolò Ammaniti. El autor. En España es muy poco conocido, pero en Italia es la figura prominente entre los escritores encuadrados en lo que se dio en llamar la generación X, que en Italia se denominó “Juventud Caníbal”. Una generación educada en las bondades de la civilización occidental y del progreso, pero cuya experiencia vital le dicta que, una de dos, o todo lo que les han enseñado en el cole es una burda mentira, o nuestra cultura está en franca decadencia. Ha recibido los premios literarios más importantes de Italia y ha sido traducido a numerosísimas lenguas. Seguramente, su fría forma de narrar, sin concesiones al buenismo, se debe a su formación como biólogo. No es extraño que a veces evoque el determinismo de los novelistas naturalistas del siglo XIX. Un autor a seguir.