Louie y la muerte
La semana pasada mataron a Louis C.K. en las redes sociales. ¿Qué habrá pensado el bueno de Louie al enterarse? Conocida su obsesión por la muerte, seguro que esta broma no le ha hecho ninguna gracia. O tal vez sí…
Aunque lo niegue, está claro que Louie tiene una extraña fijación con la muerte. Un primer indicio se puede encontrar en la canción que suena mientras aparecen los créditos de presentación de su serie, Brother Louie de Hot Chocolate. En la versión que abre cada capítulo, la letra del estribillo es distinta a la del tema original: en lugar de acabar con la frase “Louie vas a llorar”, el coro final clama “Louie vas a morir”. Este detalle no es en sí mismo concluyente. Pero luego están sus constantes referencias a defunciones propias y ajenas en sus stand-up y en la ficción. Y algo debe de haber cuando en un entrevista con la revista Time, cuestionado al respecto, respondió lo siguiente:
“Es como ir en un autobús hacia Pittsburgh y preguntar, ¿a qué hora llegamos a Pittsburgh? Y todo el mundo se queda callado, como diciendo, ¿por qué preguntas por Pittsburgh? Bueno, no sé, vamos en un puto autobús, el autobús se dirige a Pittsburgh. ¡Dios, estás obsesionado con Pittsburgh! Bueno, es lo que pone en el jodido billete y en la parte delantera del autobús, es que ahí es a donde vamos, ¿por qué no queréis hablar sobre ello? ¿No os parece interesante que todos vayamos allí?”
La metáfora es malísima, no hay por donde cogerla. Aunque todos vayamos a Pittsburgh, no vamos a la vez. El autobús no llega a la misma hora para todo el mundo (salvo que ese autobús sea un camión o un tren que lleva a prisioneros a una ejecución en masa. Y en ese caso la gente tiene aún menos ganas de hablar de Pittsburgh).
Está claro que para él, como para Dave Mustaine, los seres humanos somos muerte en potencia:
Entonces, ¿por qué esa obsesión ante lo inevitable? ¿Por qué ese miedo cuando su diabólico matasanos, encarnado por Ricky Gervais, le gasta bromas anunciándole horribles enfermedades incurables? Sencillamente, porque Louie no cree en la vida después de la muerte. Lo ha dicho varias veces:
Si no tienes nada esperándote en Pittsburgh, no quieres que el viaje se acabe (si Nietzsche fuera un contemporáneo nuestro, el filósofo alemán llamaría a Louie los domingos y se sentarían los dos frente a una barra a enchufarse un whisky tras otro sin mirarse a la cara).
Pensándolo bien, si aceptamos sus razones es difícil creer en el más allá, aunque creamos en Dios. Porque, al fin y al cabo, si Dios existe, ¿por qué iba a hacer un cielo para nosotros después de haber creado todo el universo? ¿¿ES QUE NUNCA TENEMOS BASTANTE??
Quizá, pese a todos sus lamentos, su pesimismo y su aparente falta de apego por este mundo, lo que le pasa a Louie en realidad es que tiene un cierto cariño por la vida. O al menos eso parece cuando un viejo amigo le anuncia su inminente suicidio, y a nuestro querido protagonista le sale un discurso de menos de treinta palabras con más poder redentor que toda la obra de Paulo Coelho:
Pues sí, la vida es una cosa muy seria. Tenemos derecho a sufrirla y también a disfrutarla. Pero nunca a menospreciarla, como les advierte a sus hijas en un viaje en coche cuando una de ellas se aburre después de varias horas en la carretera.
Pasadlo bien. Nos vemos en Pittsburgh.