Deslizamientos graduales de la memoria
NOVELA
Arnaldo Calveyra
Adriana Hidalgo editora
Bs. As, Argentina. 2014. (158 Págs.)
Novela, ante todo, corrobora la clarividencia de su autor –destacado poeta– a la hora de escribir en prosa. Muestra de una narrativa madura, Arnaldo Calveyra nos presenta el mundo de un modo inhabitual. Lo hace con una sintaxis atenta a las modulaciones, las ondulaciones de la mediatación de un creador octogenario que aún conserva intacta su vitalidad poética. Se presenta así una lucha constante contra la dispersión que arrecia la memoria alucinada de un hombre en el crepúsculo de su vida. Cada página alcanza una prosa astillada, cargada de simbolismo. Juegos obsesivos que sitian el presente, decantan en un ritmo sigiloso de evocación. “Escribir, empezar a escribir es también atraerte. Pensarte, irme al rincón más oscuro de la pieza”, leemos en un pasaje. Aquí el acto de escribir equivale a cuestionar, no a interpretar.
El protagonista se revela como una voz, afable y uniforme que recuerda y asimismo imagina (se volatiza a través de los deslizamientos graduales de la invención). Deambula por el Sena, en la Isla de la Cité; visita una librería especializada en literatura sajona; recuerda una antigua y lejana novia de juventud, Lima, allá por 1959. Comprime todo aquello, la imagen de sus anhelos, la sombra de sus deseos, para enunciar un presente trastocado por el recuerdo. Formas legítimas de combatir la destrucción del tiempo y del olvido.
El autor se basa, más que en el desarrollo de un argumento, en la descripción discontinua de algo que ha sido presente. Así, al combinar la sucesión y la simultaneidad de los hechos evocados y descritos, se barajan nuevas relaciones causales entre quien narra y lo narrado. En esa zona de tensiones se ahondan las posibilidades de Novela. Un hombre –presumiblemente el mismo autor atravesado por el fantasma de la ficción– perdido en su propia gracia, la gracia de ser poeta. Esta novela (tal vez el término antinovela hubiese sido el correcto) es la conciencia de su propia búsqueda. Una conciencia en disolución. Cada novela debe inventar su propia forma y Calveyra lo ha logrado con este libro único e inclasificable sobre la incomunicación humana.
Fotografía: Daniel Mordzinski