VillaManuela llama a la puerta con fuerza

Estamos en periodo de arranque de festivales, y en breves, por no decir que ya mismo, nos veremos desbordados por carteles descomunales con propuestas de toda índole. Opciones varias para pasar parte del verano fuera de Madrid, procrastinar entre multitudes con música de fondo o la mera excusa vivencial. Así que el festival VillaManuela se reserva para Octubre, concretamente del 2 al 4, manteniendo en esta segunda edición su vocación de impulsor de actividades artísticas, musicales, gastronómicas y –por ende– comerciales, de los barrios de Malasaña y Conde Duque.

Pero adelantándose a la avalancha que nos espera, el jueves 8 VillaManuela hizo su concierto de presentación en Madrid, y posteriormente en Barcelona y Donosti, con una triada de esas que quitan el hipo. Para empezar, los madrileños Sagrados Corazones, que no son ni más ni menos que  Oscar Barras (Au, Plonk-Moist), Javi (Chien!, Juventud Juché) y  Miguel Ángel Blas (Chien!, Carnisaur). Para quien no sepa mucho del noise que se cocía en la capital hace unos años, tanto Au como Chien! eran dos bandas referentes de esta corriente. Hijos de su origen, Sagrados Corazones nos dieron un concierto vibrante y furioso en donde cada vez caben más canciones de voz en vena.

Sin más dilaciones pasamos a ver a las japonesas ZZZ, tres mujeres vestidas de negro que sin inmutarse crearon una atmósfera de estupendo punk ruidoso, fresco y alocado. No es de extrañar que Thurston Moore haya caído rendido a sus pies. Oscilación entre la quietud escénica y los arrebatos desmedidos en donde la voz pasaba a ser un instrumento más de descarga de elegante adrenalina.

Y cerraron la presentación Gallon Drunk. Los británicos, a pesar de contar con una baja entre sus filas, no dejaron títere con cabeza. Con un público totalmente entregado, no sólo por una banda que se pone al mundo del rock por montera, sino también por el dandismo arrebatador e incombustible de su líder. Y es que JamesJohnston, que fue compañero de batallas de Nick Cave en Bad Seeds y con el que comparte gallardía, melena –en este caso cana– y delgadez espartana, se encargó de poner el escenario y a los asistentes en llamas. Cantó, tocó la guitarra en todas las posturas imaginables, se la cedió al público, la compaginó con la armónica e hizo contorsiones de gimnasta rusa a la par que tocaba el teclado. Sus compañeros, no es de extrañar, se quedaron en un segundo plano. Gallon Drunk no sólo están en una gran forma física, musicalmente también están tremendos, y para demostrarlo nos deleitaron con parte de su último disco, The soul of the hour. Efectivamente, los años no han hecho mella en ellos. Un concierto de esos que te gustaría que nunca acabara.