Por qué no ha existido ni existirá nada parecido al punk después del punk: crítica destructiva en cuatro teorías
1) Porque el rock ya no es relevante
El punk era rock. El rock ha sido el vehículo de expresión de la rebeldía juvenil desde 1954. Más o menos. Hasta 1999. Y se acabó.
De todos los subgéneros que impulsó el punk, los que se presentaron con un envoltorio más sutil –el post-punk, la new wave, la no wave, el anti-rock o el indie– agotaron sus propuestas con el fin de siglo. Los más puristas, que nacieron con vocación minoritaria, como el hardcore, se fueron aislando cada vez más hasta convertirse en islas autorreferenciales. El resto, el pedacito de la tarta del rock que el punk no se había comido, venía ya con la pólvora mojada desde antes de 1975, y se parecía más al pop que el pop mismo.
2) Porque la música ya no es relevante
La verdad cuando decepciona duele, pero sigue siendo verdad. Que la gente sigue haciendo, sintiendo y escuchando música es evidente. Que como pieza fundamental de la Cultura (y la cultura) y como agente de transformación está completamente desactivada, también. Suena grave, exagerado, pero para eso está la advertencia del título.
¿Puede ser, tal vez, una cuestión de géneros? Un repaso. Primero, lo más punk después del punk ha sido el hip hop. Un paréntesis. La electrónica, durante un breve periodo de tiempo, pudo haber catalizado el sentimiento de descontento característico del punk, pero le tocó vivir su apogeo en plena bonanza económica de principios de los noventa. Total, que la rabia nunca fue la energía dominante, un espacio que fue acaparado por el hedonismo (en su versión más solipsista, además, lejos del sentimiento colectivo de la era hippie; y que en los últimos años es ya puro onanismo, para seguir con los ismos). El híbrido hardcore-electrónica que montó Alec Empire tenía todos los visos de ser el verdadero continuador del punk. Su concierto en el Festimad del 98 rozó la violencia física, algo que acompañó al grupo un año después en los conflictos de Kreuzberg en Berlín. Su música, sin embargo, era demasiado extrema para sonar en ningún sitio más de dos minutos seguidos. Curiosamente, como los Pistols, perdieron a un componente recién incorporado por una sobredosis, un golpe que hizo perder mucho empuje a la banda.
El hip hop, decimos, ha sido lo más parecido al punk. Pero, claro, es una música concebida por y para una minoría. Es cierto que se popularizó entre la juventud blanca, y que aún hoy los chavales negros siguen diciendo verdades como camiones, pero la deriva autoparódica y la superficialidad de su mensaje en los últimos años han dejado a muchos oyentes con una sensación de vacío desoladora. Hace bien poco, Odd Future consiguieron despertar la atención de una masa dormida que llevaba años esperando un poco de carnaza con ese vídeo delirante lleno de sangre y de actitud punk (en realidad, en la línea de Jackass pero rozando el miedo). Sin embargo, muy pronto se descubrió que detrás de aquella broma no había transgresión alguna, sino un grupo de chavales de barrios residenciales de Los Angeles (Tyler nació en el pueblo de los Beach Boys), que simplemente tuvieron un poco más de imaginación que sus contemporáneos y mucho tiempo libre. Ahora van de invitados a programas de la MTV, así como Vivienne Westwood viste a la Casa Real (el Sistema es verdaderamente eficiente metabolizando la contracultura y devolviéndola procesada, compactada e inocua). Han surgido más. Ahí están Death Grips. Su proyecto y sus actuaciones tienen intención. Pero haciendo una regla de tres, si Public Enemy o NWA hacían lo que hacían en los coloridos ochenta, en 2014 Death Grips, o quien sea que quiera dar voz a la degeneración actual, debería poner una bomba o torturar a alguien encima del escenario.
3) Porque no existe la base intelectual
Entre la publicación de los primeros textos de Debord y el debut de los Sex Pistols no hubo ni veinte años. Y aunque el avispado de Mclaren fuera un plagiador que, además, sólo se quedó con el elemento más obvio del situacionismo –la provocación–, es innegable que su banda fue una creación intelectual.
Entre 1984 y el día de ayer, en treinta años, la propia idea de la vanguardia artística ha sido sentenciada, muerta y sepultada. Los artistas constituidos en grupos afines lo han hecho bajo premisas formales (Dogma). Los movimientos de resistencia política han nacido sin principios, sin manifiesto y sin rostro (Anonymous; las tendencias basadas en la antiglobalización). Y los que incorporaron alguna de estas piezas lo hicieron por la pura necesidad de fundamentarse bajo una declaración que sirviera como respuesta directa a una opresión humillante (los zapatistas; las rebeliones árabes).
En el principio de esta década, un librito de un octogenario consiguió explicar ex post facto cuál era el mínimo común denominador ideológico de los ciudadanos españoles que, expulsados de la clase media, decidieron salir a la calle y acampar en las plazas. Y ahí quedó, en el recuerdo.
4) Porque la sociedad no necesita nada parecido al punk
Y puede que la sociedad tenga razón, o puede ser que ni exista el concepto de sociedad. Quizá el verdadero cambio se haya operado ya, y la gran conciencia colectiva esté hecha añicos. Y cada uno de nosotros tengamos un trocito en el bolsillo, donde nos lo guardamos por miedo a que nos lo arrebate el de al lado. Cuando el de al lado, en realidad, sólo quiere deshacerse del suyo y que le dejen en paz. DE UNA SANTA VEZ.
La rendición se firmó en cuanto aceptamos que el viaje de la humanidad es, desde hace un par de estaciones, un viaje fraccionado en múltiples vagones incomunicados entre sí. No obstante, y conviene subrayarlo, con un único destino. Y todos dentro del tren, chuuu chuuu, infinitos coches enganchados a merced de un maquinista borracho de desidia y de velocidad. Entre tanto, en el bar –coche dos, el único que admite a más de un pasajero–, siete tipos bien vestidos brindan con sangre humana, fuerzan una sonrisa y se miran con desconfianza.