El encanto de la niebla veneciana

Noche de sublimación en Space Cadet con Territoire y Father Murphy. Entrar en El Perro fue darse de bruces con dos muros, uno, el de la solidez corpórea de los espectadores, y dos la niebla compacta y opaca que prácticamente impedía visualizar a Territoire. Y algo había oído hablar del encanto de la niebla veneciana pero no de la gala.

Territoire, cuyo alma máter es el francés afincado en Madrid desde hace unos años, Olivier Anson, se hizo acompañar en este directo por David Sergent y Javi Tasio. Una fórmula, la de arrejuntarse y disgregarse en colaboraciones con diversos músicos, habitual en él. Ya lo hizo, además, en su disco Mandorle (2012), y lo ha vuelto a repetir este año en la edición remix.

Territoire, grata sorpresa, con una capacidad para envolver más adherente que la niebla que les/nos rodeaba en medio de la noche. Estremecedores esculpiendo ambientes en crescendo, desconcertantes. Susurros que dieron paso a gritos animales, desesperados. Electrónica experimental, por momentos rock resignificado, gestionado con silencios y golpes de batería libres y contundentes. Una propuesta de fondo y forma idónea para hacerte viajar por paisajes extraños e intrigantes. No hay miedo, pero sí estupefacción.

Father Murphy aparecieron sobre el escenario, y lo primero que me llamó la atención es que ya no son un trío, no hay batería. Son él y ella, y aunque no hay ni un solo síntoma, gesto o mirada que pueda manifestarlo, sí hay fuerzas de esas, invisibles, que te dicen: son ÉL y ELLA.

Los dos frente a frente, sobrios, de negro, sin atrezzo: ni niebla ni las asombrosas proyecciones de los directos anteriores. Cada acción se transforma en algo ceremonioso, es una especie de camino hacia el trance. Canticos interrumpidos por gritos lejanos, coros que salen de alguna extraña profundidad, momentos de épica, a caballo entre las cruzadas y un medievo experimental. Riffs de guitarra, en realidad decenas de pedales dispuestos a la distorsión. Y un mayor peso de Chiara Lee con sus sintetizadores, la potencia de sus réplicas y los juegos sutiles pero efectistas con pequeños timbales, campanas y cacharrería metálica varia. Paisajes y ambientes densos y desconcertantes que fueron absolutamente embriagadores. Hasta la próxima.