Simone Weil. La gravedad y la gracia

Para Albert Camus, Simone Weil era “le seul grand esprit de notre temps”. Camus no dice el más grande espíritu, sino el único. Sus cuadernos denotan una manera de pensar que parece provenir más del corazón que del cerebro. Si Pessoa sentía con la mente, Weil piensa con el alma.

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Cree en un catolicismo radical, en el sentido de raíz, con el doble significado de fundamento firme y de orígen. Para ella, el cristianismo está totalmente desfigurado por la herencia del Imperio Romano que lo oficializó según su modelo de entender el mundo, uno basado en la fuerza y en la noción de progreso.

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En un estudio literario sobre su obra se la llama la “mathématicienne de Dieu”. Existe una aparente contradicción entre su misticismo teñido de fe y esta misma idea, pero es, precisamente, la posibilidad de tender un puente entre esta oposición la que inspira gran parte de su trabajo: “hay que tratar de encontrar en el ámbito de las relaciones entre el hombre y lo sobrenatural una precisión que sea más que matemáticas; (…) más precisa que la ciencia”.

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Resuelve el clásico dilema de la contradicción entre un creador piadoso y omnipotente frente a la crueldad y la imperfección del mundo mediante el concepto de la descreación: la separación de Dios y su obra. La asimetría es clamorosa: en el Primero se encuentran todas las virtudes que faltan en la Tierra, toda la misericordia ausente en el corazón humano está presente en Dios.

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¿Existe entonces un punto de encuentro entre la perfección divina y la desgracia de los hombres? Si la creación supuso un descenso y un ascenso opuestos, la liberación solo es viable mediante “un movimiento descendente (…) a la segunda potencia”, un rebajamiento moral “que nos permita caer hacia lo alto”. El argumento que abre el capítulo inicial del libro lo explica en toda su intensidad: en presencia de la enormidad de esta fuerza solo hay un movimiento que escapa a su ley gravitatoria: el de la gracia.

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Como si fueran nuevas fórmulas de la termodinámica, en sus aforismos expone su particular visión sobre la energía y su intercambio: “quien sufre trata de comunicar su sufrimiento (…) con el fin de disminuirlo”. El equilibrio es ilusorio. Es necesario aceptar el vacío, “la plenitud suprema”, para liberar el espacio pero sin buscar un consuelo. Actuar conforme a fines o recompensas degrada la energía, produce entropía, el mal. “Todo lo que es vil (…) tiene necesidad de mancillar la pureza para salvar su vida”.

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La Gravedad y la Gracia
Antología de textos de Simone Weil recopilados de sus «Cahiers»

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Simone Weil nació el 3 de febrero de 1909 en París. En 1928 cursa estudios en la prestigiosa École Normale Supérieure, donde se gradúa en 1931. Fue una ardiente activista durante el periodo en que impartió clases en escuelas secundarias y desarrolló una importante actividad sindical. En el año 1936 se unió a los anarquistas durante la Guerra Civil en España, trabajando como cocinera de campo. A partir de una experiencia mística abandona su tradición religiosa por el cristianismo, aunque no se une a ninguna Iglesia organizada. En la II Guerra Mundial, su origen judío le impide dedicarse a la enseñanza en la Francia ocupada. Se traslada junto a sus padres a Estados Unidos, aunque pronto viaja a Inglaterra para colaborar con la Resistencia francesa. Simone Weil falleció en Ashford, Reino Unido, el 24 de agosto de 1943 intentando subsistir con las mismas raciones que tenían sus compatriotas franceses bajo la ocupación alemana. Fuente: Buscabiografías