Los rumores del hilo
Toda la luz del mundo cabe dentro de un ojo.
Canta el gallo y su canto dura más que sus alas.
Federico García Lorca
Nocturno del hueco
La cama no es una obra de teatro, es una experiencia sensorial completa y transformadora en donde lo visual deja de ser primordial. Lo racional queda fuera y solo (¡como si fuera sencillo!), se trata de sentir. Despertar los sentidos y vivir la emoción que los actores te proponen afrontar: tocar su mano, sentir el susurro de su voz, respirar con ellos, oler, saborear, jugar, volver a ser niña, dar vida, envejecer, morir…
Una actriz te recibe en una primera sala; en un ambiente a media sombra, íntimo y relajante. Te acoge como si en lugar de a un teatro llegaras de nuevo a tu casa, a ese lugar donde quieres estar. Pronto descubres que se trata de una invitación a jugar y a abandonarte en un mundo onírico. En esta primera sala un cordón rojo anudado a un zapatito de niña te transporta, como Alicia traspasando el espejo, desde la realidad hasta un lugar seguro y acolchado donde te acunan aromas verdes y blancos, olor a hierba limpia, y lluvia sobre césped. Sigues el cordel y desde ese momento, ya sientes que tu perspectiva va a cambiar. No solo porque entras al espacio escénico a gatas, desandando lo aprendido y obligándote a transformar tu punto de vista sobre cualquier otra experiencia teatral que hayas vivido; sino porque un actor te coge de la mano, te acompaña, y te arropa para meterte en la cama. Es el momento de decidir. ¿Estoy dispuesta a sentir o no?
Si aceptas el reto, lo que consigues es vivir muchas experiencias, todas las experiencias de la vida que caben en una cama. El escondite donde taparse la cara con la sábana para que cualquier amenaza que te preocupe desaparezca. El lugar de juego donde volver a ser niña y atreverse a soñar que vuelas libre. El refugio donde compartir caricias, cosquillas, sudor, saliva y risas, donde perderse en el cuerpo del otro. El espacio donde dar vida, donde afrontar la enfermedad, donde repasar lo vivido, lo deseado, lo que no se ha conseguido, lo soñado o lo que no se ha atrevido a vivir.
Y al terminar toca saborear lo que se ha sentido. Tomar un chocolate con galletas y despertar de ese bello sueño que, con aroma dulce de vainilla e incienso, te deja impregnada la piel notando que tu corazón está un poquito más tibio y blando. Mejor.
La cama
Compañía: Teatro en el Aire
Sala: El Sol de York (Calle Arapiles, 16 – 28015 Madrid)