Chiptune music, el electro vintage
No cuesta tiempo ni trabajo, decían los puristas rockeros a los primeros que empezaron a usar sintetizadores en sus composiciones allá por los años 80 con el nacimiento del llamado tecnopop. Lo mismo se dice hoy de los pinchadiscos que ya no pinchan discos sino archivos mp3. Espero que ese amor por el trabajo y la laboriosidad en sí mismos y no por la obra artística completa y terminada no lleve a nadie a despreciar este nuevo instrumento musical en el que se han convertido las maquinitas de videojuegos.
Hay quienes usan estas melodías de 8 bits simples y metálicas de su infancia como una técnica al estilo pictórico. Se puede hacer al óleo un cuadro cubista o uno figurativo, y con los sonidos de cacharritos, ya de coleccionista, como las Game Boy, los Spectrum o los sintetizadores caseros, realizar piezas musicales punk o pop pasando por el mamarrachismo más descarado. Este es el caso de los indies Bondage Fairies o Triceratópolis, los post punks Cristal Castles, los rockeros-folk Pornophonique o los irreverentes, y tristemente desaparecidos, Focomelos. A todos estos creadores les une la nostalgia por los rudimentarios sonidos de los juegos electrónicos de su infancia.
Sin embargo hay para quienes esta veneración por las maquinitas les lleva a abordar todo el universo estético de los videojuegos y lo extienden también al montaje escénico de sus conciertos. Tuve el placer de asistir a una pequeña exhibición de los españoles Super Busty Samurai Monkey en la que no solo disfruté de un trepidante y energético ritmo punk sino de la contemplación de unos llamativos juegos visuales de luces y proyecciones. La contemplación misma de la Game Boy, con la que uno de sus componentes interpretaba, formó parte de mi experiencia estética.
En torno a estas mínimas composiciones enlatadas se ha conformado el movimiento chiptune que cuenta con su propio festival desde 2006. 8bitpeoples, sello discográfico neoyorkino fundado en 1999 y enfocado en la estética de los 8bits, organiza el Blip Festival en el que se incorporan exhibiciones de video, talleres y performances alrededor de este mundo de vintage tecnológico. Nueva York, Tokio, Melbourne y Aalborg (Dinamarca) han acogido las siete ediciones con las que de momento ha contado este festival. En el documental Reformat the planet se muestra todo lo que se mueve alrededor de este movimiento geek.
Está por ver si esta corriente alcanza o no el estatus de género musical que solo dan los años, o si queda relegado al anecdotario freak. Pero eso es lo de menos para unas creaciones cuyo germen es el juego. Nadie espera más que la recompensa de la diversión cuando enciende una videoconsola.