Eunucas en libertad

El camino se ha interrumpido en medio de un páramo desolado. El equipaje está desperdigado por las rocas y los baldíos polvorientos, así como el cadáver del hombre. No hay comida ni dinero. Solo versos, disfraces. El viaje ha llegado abruptamente a su fin en un entorno apocalíptico. Hay que volver a ponerse en marcha, pero ¿hacia dónde?, ¿cómo hacerlo?, ¿con quién?, ¿con qué fin?, ¿con qué guía?, ¿cómo sobrevivir?

Felipe IV y su valido, el conde-duque de Olivares, gobiernan España. Tres cómicas están perdidas en una tierra donde no tienen derecho más que al desprecio y a la marginación. Tres mujeres que ahora deben enfrentarse a su propia vida sin rumbo ni tutela. Salazar, el director de la compañía, el protector y el amante, ha muerto dejándolas sin futuro, a merced del hambre, la explotación, el estupro, la muerte. Y lo peor de todo: sin autoridad, esto es, sin jerarquía, sin consenso. Ahora tienen libertad, pero no pueden ejercerla.

Teresa (Ángeles Páez), esposa del difunto y primera actriz, está acostumbrada a adoptar un papel predominante, fruto de su relación privilegiada con el macho de la manada. Luisa (Elena Seguí), joven e ingenua, acepta de buen grado las órdenes de los demás, por lo que siempre le toca hacer el papel de hombre. Rufina (Raquel Guerrero), amante de Salazar y relegada al papel de gracioso, conoce las artes oscuras de las curanderas. Las opciones no son muchas: separarse, encontrar otro hombre… o resucitar al que tenían. Rufina quiere abandonar el cadáver e irse. Teresa se niega a aceptar los hechos y defiende que deben mantenerse unidas. La bondadosa Luisilla desea dar a Salazar cristiana sepultura (algo negado a los cómicos), vacila. Afloran los nervios, las disensiones, las envidias…

Con el fin de otorgarles una meta y mantenerlas unidas, Teresa concibe la estratagema de mostrar una carta falsa donde el mismísimo rey convoca a Salazar a representar una tragedia en la corte con motivo de las fiestas del Corpus. Rufina utiliza su conocimiento medicinal para mantener presentable el cadáver, de modo que les abra las puertas de la corte aunque ya no sea más que un pelele. Comienzan los ensayos e inmediatamente surgen los primeros problemas. Para empezar, nunca han representado una tragedia, solo comedias. Para continuar, una vez abolido el orden instituido, sus espíritus se rebelan, buscan desarrollar su verdadera naturaleza: Teresa elige una obra en la que ella representa a una implacable matahombres, Luisa revela su amor por Teresa, Rufina exige ocupar el puesto de Teresa. Y, para terminar, descubren que son incapaces de liberarse de la condición que les impuso la sumisión al varón. En un acto de dolorosa resignación, Rufina trata de abortar, de arrancar de su vientre el fruto allí plantado por Salazar, el fundamento de su aspiración a liderar al grupo. Luisa muere de hambre. Poco a poco van aprendiendo la esencia de la tragedia. Finalmente, Teresa desiste y decide enterrar los cadáveres.

Esta emotiva pieza, Pasos al azar, resulta ser, en definitiva, una más que interesante propuesta de la productora cántabra Si Acaso Teatro. Bajo la hábil dirección de Rolando San Martín, el complejo texto de Ángeles Páez y María Montenegro, en el que se entrelazan versos de autoras del Siglo de Oro (María de Zayas, Ana Caro, Sor Juana Inés de la Cruz) con las palabras de estas autoras de nuestro Siglo de Poliuretano, se despliega con naturalidad en un espacio aprovechado con terribles sencillez y eficacia por unas actrices experimentadas y convencidas. En suma, se trata de una magnífica plasmación de aquellas sobrecogedoras palabras de María de Zayas: “De manera que no voy fuera de camino en que los hombres de temor y envidia las privan de las letras y las armas, como hacen los moros a los cristianos que han de servir donde hay mujeres, que los hacen eunucos por estar seguros de ellos.”

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