Electroshock
La música electrónica /1
La música electrónica sigue avanzando en su ineludible ascenso, tomando todas las direcciones y filtrándose en todos los soportes y lugares, desde el más comercial al más minoritario. Publicidad, cine, teatro, museos, ascensores, tiendas, restaurantes…
Los festivales de mayor calado siguen aumentado su programación en cuanto a grupos que hacen uso pleno de la electrónica y las discotecas continúan en su divinización hortera de los djs.
Aún así, aparte de los clubbers que no escuchan más que ciertos beats por minuto (bpms) y ciertas píldoras cada hora, todavía no parece haberse generado una cultura concreta más amplia respecto a ese género, poco nuevo por cierto. Existió la ruta del bakalao, pero eso tendría una explicación sociológica y se trataría más de una subcultura eventual. Es decir, al ser tan ecléctico su uso –Crystal Castles, Junior Boys, The Avalanches, Cypress Hill, Nicholas Jaar, Nina Kravitz, Fennesz, John Talabot, hasta Tujiko Noriko–, son un sinfín los usos y costumbres y culturas alrededor de la electricidad, las secuencias, loops y beats, que se aglutinan sin llegar a veces ni a tocarse.
Lo fragmentario en nuestra cognición de la realidad, de la información, en esta época digital, también se deja notar en la asimilación de este versátil género musical. La distinción hoy más visible es la de los djs de gran formato y las bandas o grupos de música que tienen su punto de partida en lo eléctrico. El muy poco apreciado por mí David Guetta, o The Postal Service como ejemplo de una excelente calidad indie, serían la antítesis por excelencia.
La Bien Querida apostando por sus nuevos matices electrónicos, Nawja ya plenamente en ellos hace tiempo, la incombustible Alaska o talentos que despuntan como Janksy o The Zombie Kids nos indican el pulso de nuestra escena.
Aún así, igual que Soderbergh en el cine, hay muchos que coquetean con el gran formato y actitudes más indies, como LCD Soundsystem, el antes citado Nicholas Jaar o Fischerspooner. Bañándose y guardando la ropa, como vulgarmente se diría, no por ello menos talentosos.
Para estos nuevos tiempos, tiempos extraños, decadentes, rabiosos, mecánicos, nada se adapta más que la música electrónica. Que ni en sus matices más cálidos deja de recordarnos el mundo de máquinas, tecnología, soledad e incertidumbre que vivimos.
Y en mi opinión, nadie como Radiohead para definirlos.
Aquí iniciamos un recorrido desde la novísima electrónica a la ya clásica, en un sideral aspaviento de existencialismo digital.